martes, 19 de enero de 2010

LA ANTIGUA NECROPOLIS DE SANTA CRUZ. POR EL CONDE DE LA VEGA DEL SELLA



En los alrededores del montículo, así como en el camino que pasa por su inmediación, era frecuente el hallazgo de losas de piedra y restos de sepulturas, cuya estructura rudimentaria me hizo sospechar fuesen enterramientos en caja de piedra, contemporáneos del dolmen.


Con el objeto de hallar alguna de estas sepulturas hice practicar algunas zanjas exploradoras en diversas direcciones, a partir del lado E. del montículo. Poco tiempo después de comenzado el trabajo, tropezaron los obreros con uno de los enterrcmientos situado a pocos centímetros de profundidad.


Estaba compuesto de pequeñas losas y cantos rodados de río, procedentes de una cantera cercana en el monte de Llueves, colocados verticalmente, formando próximamente un rectángulo de 1,90 de largo por 0,50 de ancho y unos 0,35 metros de altura; la cubierta se componía de pedazos de losas y el fondo era la tierra natural; ninguna de las piedras que formaban el sepulcro ofrecía la más leve señal de trabajo; las junturas de las piedras laterales, así como las de la cubierta, estaban unidas por medio de arcilla amasada; en el interior yacía un esqueleto colocado en decúbito dorsal con los brazos sobre el vientre y orientado de E. a vV., con la cabeza al vV.


El hallazgo de sepulcros se repitió frecuentemente en condiciones análogas al descrito. La forma de alguno de éstos era algo más irregular, y en otros se podía notar cierta tendencia antropomorfa que procedía de la manera de efectuar el sepelio y que se deducía claramente al observar la relación del esqueleto con las piedras que le rodeaban. El esqueleto era colocado directamente en la tierra o en una excavación con una piedra o un bloque de arcilla bajo la cabeza, a manera de almohada, y posteriormente se le construía la sepultura, adaptando piedras en su alrededor, lo que producía a veces el antropomorfismo.
 
Los sepulcros hallados debajo del camino sólo conservaban el mantillo de la descomposición del cadáver, habiendo desaparecido totalmente el esqueleto por la trepidación producida por el paso de las carretas, dando por resultado la pulverización de los huesos.


Los que se encontraban en las proximidades del montículo, conservaban el esqueleto íntegro y estaban recubiertos por la capa de los detritus de la reedificación de 1632, perfectamente cronometrada por algunas monedas de la citada época, de la cual se hallaban separados por una débil capa de arcilla.


Varios de ellos habían sido ya excavados con la precaución consiguiente del cribado de la tierra que contenían, sin haber hallado el menor indicio de la época a que pudiera corresponder tan rudimentarias inhumaciones, hasta que finalmente encontramos en uno de ellos, acompañando a las losas de cubierta, un pedazo de teja  con un dibujo en espiral demasiado complicado para marca de alfarero, siendo, por tanto, un motivo de ornamentación, probablemente  procedente de la edificación del siglo VIII, y este detalle nos permite la afirmación de que estas sepulturas son posteriores a esta fecha y por diversas investigaciones en las proximidades de antiguas capillas, sabemos que esta clase de enterramientos duraron en esta región hasta el siglo XII.


Los esqueletos.--

Todos ellos se hallaron en decúbito dorsal y con las manos sobre el vientre, conservando la posicion primitiva; los huesos estaban en un estado de magma que hacía dificilísima su extracción: pero gracias a dedicadas precauciones y a repetidos baños dc silicato de potasa, pudimos conseguir algunos cráneos, que reservo para ulteriores investigaciones craneométricas.
Sea mera casualidad o que el lugar de estos enterramientos fuese el destinado a los ancianos, el hecho es que todos ellos pertenecían a personas de una edad muy avanzada: las mandíbulas inferiores mejor conservadas que las superiores, sólo contenían algún diente aislado, apareciendo el resto de los alvéolos
absolutamente reabsorbidos.

Situación probable de la primitiva población;-..

Parece probable que la primitiva población de Cangas de Onís debió de ocupar un lugar en la margen derecha del río, tal vez arrimada a la ladera del monte de Llueves, que la preservaría de los vientos del N., Y así se explicaría más naturalmente que el lugar de culto y los enterramientos estuvieran en esta ribera, pues de haber estado en la contraria hubiesen sido frecuentes las incomunicaciones por las avenidas del río Gueña.

El trasldo de la población debió obedecer a razones estratégicas en la época de la invasión romana. El cauce del río hace una línea defensiva más cómoda y fácil de vigilar que estando situada la población en el margen opuesto en que el monte Llueves, que domina la eria de Contranquil, se presta, por su situación, a desagradables sorpresas.


En la época romana Cangas de Onís, situado en la confluencia de los ríos Gueña y Sella, vino a ser un cabeza de puente

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