jueves, 4 de diciembre de 2008

Visita de Isabel II a Cangas de Onis, Confirmación del principe de Asturias y de la infanta





La célebre cueva de Covadonga acaba de presenciar una de esas grandiosas escenas que la historia trasmite á la posteridad, para eterno recuerdo y enseñanza de las generaciones futuras. El día 8 de agosto de 1858, mil y tantos años después que el célebre nieto de Chindasvinto echara los cimientos de la actual Monarquía española en aquella misma cueva, teatro de una de las mas memorables hazañas , doña Isabel II de Borbon, después de haber oido misa en presencia de su augusto esposo y de su corte, presentaba al futuro rey de España y á la tierna infanta doña Isabel, ante el obispo de aquella diócesis, para que los administrara el Sacramento de la Confirmación. He aquí algunos detalles de ese interesante suceso: Desde las cuatro de la madrugada , habia acudido á las majestuosas asperezas de Covadonga multitud de personas, entre "las que se veian confundidas con los honrados labriegos, que vestían su traje tradicional, elegantes damas que acudían de Oviedo y de Gijon, poblando el sendero que conduce á la memorable cueva. Serian las nueve cuando las unánimes aclamaciones de la multitud anunciaron la llegada de SS. MM. Un precioso arco de ramaje y madera levantado delante la cueva y del mejor gusto arquitectónico, dejó paso á SS. MM. en el aire los gritos de entusiasmo de la multitud, viendo a su Reina que subía, a pié por tan áspero camino, formando el embeleso de aquellos pacíficos habitantes. S. M., recibida con palio á la entrada de la iglesia, dirigióse después á la histórica cueva, donde oyó misa rezada, que celebró el arzobispo de Cuba, y recibió la comunión, así como S. M. el rey. Concluida la misa, tuvo lugar el acto de la confirmación del príncipe de Asturias por el patriarca de las Indias, apadrinado por el obispo de Oviedo, cuya ceremonia se verificó en aquella misma cueva que tan gloriosos recuerdos encierra, y donde corrieron las lágrimas de S. M. por la viva emoción de que se hallaba poseída. Terminada la ceremonia, y después de haber tomado SS. MM. el desayuno que tenían dispuesto en la sala capitular, se dirigieron procesionalmente, llevando la sagrada imagen, á la esplanada en que debia celebrarse la misa de pontitical. El estandarte de la Virgen era llevado por el presidente del Consejo de Ministros, y las borlas por el ministro de Estado y. el capitán general; el pendón por el gobernador de la provincia, y las andas de la Virgen por los nobles asturianos marqueses de Campo Sagrado y Espejo, diputado señor Arguelles y brigadier Navia Osoro, acompañándolas SS. MM. y AA. con hachas de cera. La procesión se dirigió á dicha esplanada, donde, en un altar preparado al efecto, se colocó la Virgen, celebrando de pontifical el señor obispo de Oviedo, que pronunció una bellísima oración. Magnifico y grandioso era el espectáculo que se ofrecía á la vista de todos con aquella solemne misa, que se celebraba con el mayor recogimiento y devoción por parte de los allí reunidas, y que tenia lugar al pie de una roca, en un vastísimo campo, donde los ecos de las músicas, unidos á la contemplación de los sagrados misterios, hacían elevar el corazón á Dios. Concluida la misa., en la que se estrenó uno de los magníficos temos regalados á la Colegiala por el príncipe de Asturias, volvió la procesión á la capilla, y en breve SS. MM., en medio de las aclamaciones de todos, emprendieron su marcha para Gijon, donde llegaron á las once de la noche. Por la redaccion, J. M. LATHE.

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