domingo, 16 de diciembre de 2007

COVADONGA VALDES SOBRECUEVA



Exposicion en la Casa de Cultura de Cangas de Onis hasta el 31 de Diciembre

"Casa Blanca"



Covadonga Valdés es uno de los ejemplos más representativos de fe en una vocación y voluntad y determinación para llevarla a cabo. En su caso, la vocación artística.
Nacida en Ribadesella en 1966, a los veinte años, después de acabar el Bachiller, decide irse a Londres para formarse artísticamente. En la ciudad del Támesis se licenciaría en Bellas Artes completando sus estudios con diversos cursos de ampliación.
La memoria de verdes y grises, de nieblas y orbayus, de soles y lluvias de su infancia y adolescencia a orillas de Sella que siempre le acompañó, la nostalgia que en ocasiones provocan los recuerdos del paraíso perdido, no quebraron su firme decisión de quedarse en Londres. Su adaptación fue gradual sintiéndose finalmente una ciudadana londinense más. Parecía incluso que sus rasgos físicos: sus ojos claros, su pelo rubio, su piel blanca, contribuyeron a esa conversión. Sus visitas en periodos vacacionales a Asturias a ver a su familia y a sus múltiples amigos, a recordar el paisaje de la memoria, a beber unos culines de sidra, la actualizaban sentimentalmente del tiempo vivido.
Poco a poco, su trayectoria artística se fue desarrollando, sucediéndose las muestras individuales y colectivas y obteniendo diversos premios en Inglaterra. Su obra iba formando parte de museos y colecciones particulares. Paralelamente tuvimos ocasión de verla en España en algunas exposiciones. La primera en el Café Español de la Fundación de Cultura del Ayuntamiento de Oviedo en 1996, más tarde en Santander en la galería Trazos Tres en 1997 y, por último, en Cangas de Onís en 1998.
Son por tanto casi diez años los que hace que no expone en su tierra asturiana. Durante este tiempo hemos sabido de su evolución plástica a través de los catálogos que nos enviaba o de las imágenes de su página web. Y así pudimos saber que había abandonado aquel periodo que podíamos considerar pop: la acumulación de botellas de plástico, de agua mineral quizás, de naranjas, de tarros de cristal, de libros, de lápices de colores, de hojas en blanco…, sillones del salón de casa o asientos de un automóvil, unos cojines, unas perchas, un armario familiar que nos mostraba la intimidad de un vestuario, el chorro de agua saliendo de una ducha … Eran obras de la primera mitad de la década de los noventa que aludían a ámbitos domésticos.
Durante la segunda mitad de esa década Covadonga Valdés aborda el paisaje urbano, un paisaje con un tratamiento hiperrealista. En pequeños formatos pinta calles vacías y edificios de Londres, con unas ambiguas luces que el espectador no sabe muy bien si son de amanecer o de atardecer. Más bien cree que corresponden al atardecer. En su exposición de Cangas de Onís incluyó algunos de ellos con el título South London. Más tarde serían los parques los que centrarían su interés.
En los últimos años Covadonga Valdés viene utilizando la técnica del collage en la realización de su obra. El papel de periódico es elegido por sus valores cromáticos, sin textos impresos, combinándose con el óleo sobre el soporte intensificando la expresividad de cada pieza.
Ahora la naturaleza está más presente. El agua y los árboles son los protagonistas de sus lienzos. Agua que discurre lenta en los ríos o remansada en los estanques, árboles que dan sombra a los caminos, frondosos y primaverales o desnudos e invernales, formando jardines y bosques que invitan a ser penetrados y recorridos. Hay una quietud que seduce, que aquieta la mirada. El silencio de los bosques que recrea Covadonga Valdés se ve, haciendo suyos los versos de Andrés Trapiello: ¡Qué fantástica calma! / Llama a mi puerta y quéda / te, luz de la arboleda, / oscura luz del alma". El contemplador se imagina ese silencio punteado por el rumor del roce de las hojas, por el canto de algún pájaro.
También están las flores, con su riqueza colorista. Aparecen en primer plano: unas veces formando parte de jardines domésticos, retrepando por la pared de una casa; otras, en agrupaciones más extensas, detrás de las cuales se ve, al fondo, la rotundidad de un bosque.
La mayor parte de los paisajes que recrea Covadonga Valdés son ingleses. En la muestra que ahora presenta hay algún paisaje de Asturias: una casa, el recodo de un camino, un pequeño jardín… pero no hay que olvidar que son elegidos por sus valores plásticos.
En sus paisajes no hay gente. En algunos vemos objetos o elementos que nos remiten a una presencia humana: unos coches, un contenedor, una caravana, una casa que asoma… pero no se ve a nadie. Solamente hay un cuadro que se aparta de esa línea, un acantilado en el que aparece un hombre.
Sus obras son de una gran elaboración. Los juegos de luz, los matices de color, suponen una minuciosa ejecución; pinceladas pensadas y primorosamente realizadas
En suma, una sugerente exposición la que nos ofrece Covadonga Valdés que resume en cierto modo su trabajo de los últimos cinco años, una etapa más plena de madurez en su ya larga trayectoria artística. El pintor César Manrique decía: "El arte puede contribuir a que la vida siga, forma parte de una armonía profunda de todo lo creado". Covadonga Valdés nos ha mostrado su aportación personal. Su actitud de búsqueda permanente, de reflexión sobre la pintura nos deparará con toda seguridad nuevos motivos de deleite muy pronto.


Luis Alberto Salcines.

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