lunes, 6 de abril de 2009

Constantino Cabal en Cangas de Onis I






Constantino Cabal en Cangas de Onis

Prologo de Luis Miranda

Cualquier Cangues que se precie habrá soñado algún día como fue el pasado en nuestra Ciudad, como se vivía y que hacia la gente para distraerse, son muchos los artículos escritos por diversos autores que nos cuentan como era ese pasado, hace un tiempo hemos descubierto uno que sin lugar a dudas nos transporta a aquellos primeros años del Siglo XX como si de una maquina del tiempo se tratase.
Espero que disfruten de el como lo hemos hecho nosotros


Por D. Antón Rubin


Quiero decir con esto que sé, y me consta, que Don Constantino , de alma generosa y si hiel, sentía por mi afecto, y una nostálgica simpatía de la ya lejana raíz de su estancia en Cangas de Onis, cuando yo era un estudiantin del bachillerato , y veía aparecer en la botica de mi tía Nieves a D. Constantino , unas veces por medicinas para los crios , y otras , las mas , de tertulia, siempre con un libro en la mano, siempre nervioso , inquieto, como con ganas de echarse a los caminos para interrogar a las gentes que supiesen algo de alguna leyenda , de alguna tradición. Yo pague a D. Constantino con mi admiración a su obra , por su ejemplar vida de trabajador infatigable , por su absoluto y aristocrático desprecio, de pura estirpe intelectual, por todo interés material , por su desmedido amor a los libros , rayando en la pasión, solo comparable con su otra gran pasión : Asturias.




Estos son mis títulos y papeles, que me dan las suficientes fuerzas y arrestos para hablaros de D. Constantino Cabal, tomando el hilo del recuerdo de su permanencia en Cangas de Onis , allá por los lejanos años de 1917 y 1918 , cuando D. Constantino frisaba en los 40 años , y corría infatigable por todos los vericuetos del contorno entregado a su vocación favorita del folklore astur.




No se si fue Ramón Gómez de la Serna quien dijo que Madrid era un archipiélago de tertulias. Sea quien haya sido el Madrid de los años veinte, que yo conocí, era, exactamente, eso ; una tertulia . El Cangas de Onis de las dos primeras décadas de este siglo XX, no fue otra cosa mas que una gran tertulia que arrancaba del nuevo puente y terminaba en los aledaños de otro puente: el de La Morra, camino de Covadonga.

Vivía D Constantino en la carretera de Caño, en una casita a la que se conocía con el nombre de “ La casa de Reverte”, porque Cangas de Onis era tan endiabladamente individualista , que hasta sus casas tenían nombre propio ; el Palacio Pintu, la casa de Cortes , la casa de Eguibar , bastan como ejemplos . La gran enredadera de las tertulias , se iniciaba casi en los estribos del puente viejo , en casa de Navarrin , dándose la mano con la de la “Sidrería H “; pero los miembros de estos conciliábulos eran mucho mas devotos del silencioso degustar de una empanada de anguilas que de las disquisiciones locales o políticas a que se entregaban otras reuniones . Y ya en pleno Cangas, dividido en dos vertientes por la prominente panza de la Pontiga , bajo la cual se oía el rumor del agua procedente del “Chorron”, se iniciaba el verdadero imperio de la tertulia histórico-política –literaria. Porque es el caso que así como, con triste frecuencia , suele darse y abundar el pueblo beocio, en el que nos se encuentra ni un libro en el que leer , ni una persona con quien hablar , Cangas de Onis era el pueblo mas leído y culto que, por entontes , conocí.

Allí establecí amistad con D Juan Valera, con Víctor Hugo, con Balzac, con los clásicos españoles, que me apeaba de los anaqueles D Leandro Ceñal, y los ponía en mis manos, no sin soltarme una convencional filipina en su gracioso ceceo: ¡ caray, con ezti rapaz!¡llevandoce siempre libroz que no debe leer!. Tertulias de Laria, de Dora, de la botica de Rubín, de “La Moda”. Cada una de estas tertulias, tenia su especialidad; las de Laria y La Moda, junto al discreteo y cotorreo, se tiraba, valientemente, de la oreja a Jorge, la de Dora atraía a la juventud de entonces, fraguándose en ella suculentas chocolatadas con su acompañamiento de churros, la de la botica de Rubín, era exclusivamente histórico-literaria por formar parte de ella D Leandro Ceñal, su más asiduo concurrente, D Emilio Fanjul, D José Valdés y su madre Dña Rita, D Constantino Corugedo, mi tía Nieves, muy picada de literatura, mi otra tía Aurelia, verdadera mujer de letras, incansable lectora, de felicísimo ingenio y de pluma suelta y elegante, que se perdió en simples correspondencias familiares, ni padre, en sus licencias veraniegas, y con bastante frecuencia, pero por la mañana, y fuera de las horas vespertinas, que eran las rituales, D Constantino Cabal. Allí se hablaba de todo lo humano y lo divino. En ocasiones, los ánimos se encrespaban y las voces eran más altas que de ordinario. Yo recuerdo una arriscada polémica surgida en torno a ala figura de Felipe II, en que los contendientes, llevados de la íntima convicción de sus tesis respectivas, me exponían sus argumentos y solicitaban mi parecer, siendo yo un crío de 14 ó 15 años, sin la más remota idea de lo que allí se ventilaba. Entró en los fastos de la historia, una famosísima disputa que se trabó en un café Cangués, sobre el significado y diferencias, entre muelle, resorte y ballesta; la polémica duró todo un invierno, y durante el, a diario, se enzarzaban los contertulios en cuanto se hallaban presentes, en un incansable rosario de definiciones y distingos, que no conseguía resolver el tremendo diccionario Hispano-Americano, que era invocado, por el disputante de turno, al grito de : “ ¡ Fulano! Trae el mataburros”.

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