martes, 8 de marzo de 2011

SAN PEDRO DE VILLANUEVA, 1848

SEMANARIO PINTORESCO

En las poéticas riberas del rio Sella , al pie de una elevadísinia montaña , y en situación la mas amena y pintoresca , se alla un modesto edificio casi abandonado , y que por do quiera se arruina. Sin embargo era un deber de los españoles conservarlo con esmero , pues ademas de los recuerdos históricos que encierran sus pardos muros, es tal vez el mas notable de España , por ser uno de los escasísimos tipos que en Europa restan de la arquitectura y de la escultura de los godos
Para encontrar el origen de la fábrica del monasterio de Villaueva, nombre que se lee en antiguas crónicas, hemos de retroceder á los tiempos heroicos de la restauración de la monarquía, y recordar los nombres de los primeros reyes que florecieron en aquellas épocas de honor, de patriotismo y de valor.
Corría el año de 737 de la era vulgar, cuando el célebre rey don Pelayo «cargado de años, y esclarecido por sus proezas , pasó de esta vida » y le sucedió su hijo I Fafila, ó Favila. Las esperanzas que en este joven príncipe tenían puestas los cristianos españoles fueron bien pronto desechas por su temprana é inesperada muerte , que acaeció cumplidos apenas dos años, desde que en el trono asturiano se sentara. «A causa del poco tiempo que reinó, dice el apreciable cronicón, escrito por Alfonso el Magno, nada hizo digno de la historia.» Mas lo que los cronistas no encontraron en su vida , lo encontraron si su muerte, que fue mas desastrosa y triste que la de ningún otro rey de España.


Ocupábase Fafila de continuo en la belicosa diversión de la caza, y empeñado en seguimiento de un bravísimo oso en el monté Olicio ( hoy Osuna) cerca de Cangas, donde estaba la corte, fue lastimosamente descuartizado por la fiera antes que sus monteros pudiesen socorrerle . Suceso tan terrible y nunca oido llenó de consternación á los astures, pero en especial a la reina Froiluva, y á Hormesinda, hermana de Fafila, desposada algunos años antes con Alfonso, duque de Cantabria, apellidado después el Católico, y el primero de su nombre entre los monarcas españoles. Moraban ambos esposos á la sazón en un palacio de campo muy cercano á Cangas, y al lugar de la trajedia, y Hormesinda, deseosa de consagrar un perpetuo recuerdo á su desventurado hermano, rogó á don Alfonso convirtiese su vivienda en un templo tan suntuoso y magnífico cuanto fuese dable en tan calamitosos tiempos. Los piadosos deseos de la noble hija de Pelayo fueron cumplidos , y su esposo erigió allí una iglesia dedicada á Santa María, de quien era muy devoto, y a la que fabricara también el célebre santuario de Covadonga. El sitio en que murió Fallía fue también señalado con una cruz que se conservaba en los siglos XVI y XVII, pero que hoy no se vé ya . La dotación de Santa María de Villanueva es sin embargo posterior á su fundación algunos años , según se deduce de la escritura que menciona Yepes, en la que se lee que los reyes Alfonso y Hormesinda, el dia 21 de febrero del año de Cristo de 746 , después de señalarle términos, le donan la iglesia de Santa Cruz de Cangas, fundación de Favila y Froiluva, y la mitad de los diezmos de todo el país cercano á Covadonga, en cuya posesión continuaba Villanueva en el reinado de Felipe II, según nos dice Morales . Desde su principio fue esta iglesia parroquial, y en tiempos mas próximos donada á los monjes de San benito que fundaron allí un pequeño monasterio, y cambiaron la antigua advocación por la de San Pedro de Villanueva, que hoy conserva. La parte material del templo sufrió muchas renovaciones, y el monasterio se reedificó totalmente el año de 1687, fecha que se vé escrita sobre la portada del mismo. Poco por consiguiente ofrece de notable, á no ser algunos bellísimos restos del antiguo que subsisten aun; tales son las columnas bizantinas que adornan la escalera principal, y que datan al parecer del reinado de Alfonso I, y varias tumbas laboreadas de escotante gusto, y contemporáneas de una lindísima pila bautismal que fue fabricada en el siglo XII, según consta de una inscripción latina que en ella se vé esculpida .


El monasterio fue siempre habitado por escaso número de monjes: en la época de la esclaustracion solo habia seis, y sus rentas ascendían á 7000 ducados. No es por lo que acabamos de decir, el monasterio el que es digno de fijar la atención del arqueólogo y del historiador, sino la vieja iglesia de la que subsisten aun la capilla mayor, y la portada, ambas de arquitectura bizantina, y del tiempo de los reyes fundadores. Hicieron estos colocar á uno y otro lado de la puerta dos grandes piedras en que se veían esculpidas varias figuras, que representaban la historia de Fafila, las que nos describe en el siglo XVI el obispo Sandoval diciendo: «En una está un caballero cubierto de malla, y una celada en la cabeza, un azor en la mano y A caballo , y una muger que se abraza con él, y como que quería detenerlo. Al otro lado del arco están estas mismas figuras, y besándose, que debía de ser cuando ya no bastaban los ruegos de la reina para detener al rey."En otra parte está el mismo caballero armado, y con el "yelmo ó celada , embrazado el pavés que le cubre de pies á cabeza, y la espada
metida por el cuerpo del oso, y el oso presas ambas manos en el pavés, y abierta la boca.'» Las dos referidas piedras ó bajo relieves de que habla Sandoval, habían desaparecido ya en el siglo pasado en que el P. Florez visitó á Villanueva, y copió algunas esculturas que publicó en las reinas católicas. Entonces como ahora solo permanecían en la portada tres capiteles, dos de columna y uno de pilastra , en los que ademas de varias ojas volteadas graciosamente , se ven aun varias figuras bien conservadas y escultadas con pasmosa proligidad, que aluden ala muerte de Fafila, objeto de la fundación de este templo.
En uno de ellos se vé á Froiluva á la puerta de un suntuoso, aunque sencillo palacio ó castillo flanqueado de dos torres almenadas, y á Fafila montado en un caballo enjaezado, con un alcon en la mano derecha, y en acción de marchar. Véese la reina en actitud poco noble, con ambas manos en la cintura, y fue, según Florez, representada asi, por haber quedado en tal postura sobrecogida de espanto cuando le participaron de improviso la desgracia de su muy amado esposo. Su traje es rarísimo, pero no carece de elegancia y magestad. Compónese al parecer de dos túnicas, la esterior sin mangas, y abierta de arriba abajo por ambos costados. Desde el pecho á la cintura parece cerrada con botones, y de allí á los pies con alamares que dejan ver la túnica interior que es de poco vuelo, y mangas ceñidas. Finalmente, un velo largo hasta el talle, y echado á la espalda cubre su cabeza. El rey lleva como su esposa también dos túnicas de poco vuelo , y la esterior, que no tiene mangas se asemeja bastante á una sotana, y está sujeta por un rico ceñidor. Su cabellera es larga, y partida sobre la frente al uso de los godos. Según puede colegirse completan su vestido calzas muy ceñidas, borceguíes, y un guante de manopla para coger el alcon. En otro capitel se ve á Fafila luchando con el oso. En este su traje es una túnica corta formada de malla muy gruesa ó laminillas de acero; y en la cabeza un almete ó morrión muy estraiio y tosco que cubre casi todo el rostro, y solo deja para ver un agujero en forma de ojo . Lleva manopla, y embraza un gran pavés, al que se abalanza el oso en la postura que Sandoval nos dice. En el tercer capitel hay multitud de figuras que parecen monteros ó cazadores en derredor de una fiera de forma fantástica, semejante á un grifo que entre sus inmensas fauces tiene cogido un hombre, del que no se alcanza á ver sino una pierna. En todas las columnas de la capilla mayor se ve repetida la historia de la triste montería de Fafila, pues sus adornos consisten en osos, cazadores con lanzas ó espadas y cornetas, etc. Todas estas figuras se conservan con la mas cabal integridad, y al examinarlas detenidamente, no podemos calificar de exagerados los elogios que el ya citado Sandoval les tributa en el siglo XVI cuando nos dice que «don Alfonso I y su muger Ormesinda edificaron esta iglesia de tan linda cantería, y tan bien labrada, que parece se acaba de hacer, habiendo pasado ya 869 años.» El apreciable escritor y juicioso crítico Risco , sustenta la misma opinión de datar estas notabilísimas esculturas de la época de Alfonso el Católico, y esta es suficiente para que siga mereciendo la distinguida consideración que les conceden los historiadores, anticuarios y arqueólogos, pues son al mismo tiempo que una muestra del estado en que se hallaban las artes , y el tipo de los trajes civiles y militares de aquella remota época.

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