De Cangas de Onis hay dos leguas cortas á Covadonga, y el camino real abierto por el gran Cárlos III es en estremo agradable, pues va siempre á las orillas del Güeña, que son muy amenas. A la media legua de la referida villa se reune este rio al Deva ó Dina, tan nombrado en nuestras historias, y cuya ribera no se abandona hasta llegar al célebre santuario objeto de nuestro viage. Habríamos ya recorrido, la mitad de la distancia entre Cangas y Covadonga, ó sea una legua, cuando encontramos el pequeño lugar de Soto, que nada ofrece de particular mas que un antiguo palacio que pertenece á la familia del mismo nombre, que ostenta un robusto torreon en el cual, segun las tradiciones, posó repetidas veces el rey Pela- yo durante sus espediciones guerreras. A muy pocos pasos está el Campo de la Jura, lugar donde algunos días despues de la batalla, se reunieron los nuevos vasallos del nuevo rey para pronunciar el solemne juramento de fidelidad y pleito homenage, y Pelayo prometió guardar las sábias leyes godas del Fuero Juzgo, y hacer continua guerra á los enemigos de la patria. Para perpetuar la memoria de este hecho, los jueces del concejo de Cangas de Onis tenian costumbre, hasta hace poco, de ir á tomar posesion de la vara de justicia al Campo de la Jura. Despues de Soto se encuentra la Riera en donde está la casa ó palacio en que suele habitar el abad de Covadonga, y á muy pocos pasos, unas grandes rocas de granito que aseguran los aldeanos se pegaron al suelo porque los moros las querían arrojar contra los cristianos; pero es mas probable fuesen lanzadas por estos contra aquellos desde la cima del monte. Tambien muestran los cangueses unas rayas ó surcos profundos en un peñasco que aseguran ser el resbalon del caballo de Pelayo, á quien nunca llaman rey, sino infante, particularidad que ya notó el cronista Ambrosio Morales cuando de órden de Felipe II visitó á Covadonga. El valle por donde corren el Deva y el camino real, se va estrechando mas y mas á la salida de la Riera y muy cerca de Covadonga está un pequeño campo llamado de Repelayo, en el que los asturianos le detuvieron un momento en medio del combate en que ya eran vencedores , para alzar sobre el pavés, segun la usanza goda, y proclamar rey, a que hasta entonces no fuera sino caudillo.
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