Sagasta en Cangas de Onís
El Auseva
Cuando llegó al campo la comitiva, fue recibida por los Sres. González Alonso y don Juan Torralba.
Esperando la llegada de todas las demás personas que habían de participar del banquete, el Sr.Sagasta y demás personas que le acompañaban, tomaron asiento, bajo la sombra de un castaño.
La espera no fue larga. El excelente caballero D. Francisco González Alonso, encargado del banquete, desplegó toda su actividad, disponiendo con acierto lo más indispensable para que el almuerzo nose retardara ni dejara nada que desear.
Tomaron asiento los comensales, cuyo número nos sería imposible precisar, en las largas mesas colocadas en condiciones inmejorables para que no molestaran los rayos del sol y llegaran a todos las frescas ondas de la brisa.
Ocuparon el centro de la mesa los señores Sagasta que tenía a su derecha al antiguo liberal y actualmente diputado provincial D. Juan A. Uría, y a su izquierda al diputado provincial por este distrito D.Victoriano Ceñal. Enfrente de estos personajes tenían asiento los Sres. Marqués de Teverga, Suárez Inclán y
Suárez Guanes.
En la mesa ocuparon asiento todas las personas importantes que habían venido acompañando al Sr.Sagasta y la mayoría de los liberales de Parres y Cangas. No pudiendo dar una lista completa, por el gran número de comensales y porque no todos tuvieron asiento en las mesas por falta de sitio, almorzando en otras inmediatas que se colocaron al efecto y aún tirados sobre la fresca yerba, renunciamos a hacerlo para no incurrir en omisiones. Baste decir que allí estaban las personas de más significación en el partido liberal de toda la provincia.
Cuando llegó al campo la comitiva, fue recibida por los Sres. González Alonso y don Juan Torralba.
Esperando la llegada de todas las demás personas que habían de participar del banquete, el Sr.Sagasta y demás personas que le acompañaban, tomaron asiento, bajo la sombra de un castaño.
La espera no fue larga. El excelente caballero D. Francisco González Alonso, encargado del banquete, desplegó toda su actividad, disponiendo con acierto lo más indispensable para que el almuerzo nose retardara ni dejara nada que desear.
Tomaron asiento los comensales, cuyo número nos sería imposible precisar, en las largas mesas colocadas en condiciones inmejorables para que no molestaran los rayos del sol y llegaran a todos las frescas ondas de la brisa.
Ocuparon el centro de la mesa los señores Sagasta que tenía a su derecha al antiguo liberal y actualmente diputado provincial D. Juan A. Uría, y a su izquierda al diputado provincial por este distrito D.Victoriano Ceñal. Enfrente de estos personajes tenían asiento los Sres. Marqués de Teverga, Suárez Inclán y
Suárez Guanes.
En la mesa ocuparon asiento todas las personas importantes que habían venido acompañando al Sr.Sagasta y la mayoría de los liberales de Parres y Cangas. No pudiendo dar una lista completa, por el gran número de comensales y porque no todos tuvieron asiento en las mesas por falta de sitio, almorzando en otras inmediatas que se colocaron al efecto y aún tirados sobre la fresca yerba, renunciamos a hacerlo para no incurrir en omisiones. Baste decir que allí estaban las personas de más significación en el partido liberal de toda la provincia.
He aquí ahora el menú, que fue elogiado por todos:
Consommé a la imperial.- Pastelillos a la Reina.- Solomillo a la jardinera.- Salmón con salsa tártara.
Asados.- Pollos.- Pichones y ensalada.- Galantina troufée.- Jamón en dulce.
Postres.- Piña.- Queso de bola y de Cabrales.- Frutas y pastas.
Vinos. Jerez.- Chateaux Lafit.- Champagne.
Café y licores.
Al descorchar las botellas del Champagne y el espumoso líquido hervía en las copas, se levantó el Sr.Marqués de Teverga, pronunciando un elocuente brindis que fue aplaudido estrepitosamente por los que lo escucharon: Suplicó al Sr. Sagasta que jurara por defender la libertad.
Acto seguido se levantó el Sr. Suárez Inclán y después de un exordio brevísimo y valiente que fue muy aplaudido, dirigió los envenenados dardos de su censura al caciquismo que en Asturias impera para mal de los Asturianos.
D. Juan Torralba, no pudiendo contener su entusiasmo interrumpió al orador dándole un estrecho abrazo. Poco más dijo el Sr. Suárez, que diferentes veces fue interrumpido por los vivas y aplausos de todos, y al terminar su brindis renováronse los abrazos, los aplausos y las aclamaciones. Diéronse un apretado
abrazo los Sres. Marqués de Teverga y Suárez Inclán y los vivas en este punto adquirieron las proporciones de una verdadera manifestación.
Levantose D. Victoriano Ceñal pronunciando un breve pero inspirado brindis, que fue muy aplaudido. Al dejar la palabra el orador salió un ¡Viva D. Victoriano Ceñal! De entre el numeroso gentío que rodeaba la mesa.
Entre aclamaciones y aplausos, púsose en pie el Sr. Sagasta. Con voz inteligible, con palabra fácil y correcta, pronunció un precioso brindis, cuyo exordio poético dedicó a ensalzar las maravillas que encierra este país, su exuberancia y su historia. Nos habló de Pelayo, de su corte, de nuestras mujeres y de nuestro
cielo, con palabras inspiradas y hermosas: “Aquí, dijo, donde no hay un pueblo, ni una aldea, ni un caserío, ni un valle, ni un río, ni una piedra que no guarde algún recuerdo grande e histórico.” Describir el entusiasmo, el ruido, la algazara que produjeron las palabras del eminente repúblico, sería intentar lo
imposible. Terminó su brindis diciendo estas o muy parecidas palabras: “Aquí donde juró Pelayo el exterminio de sus enemigos, yo juro defender la libertad hasta perder la última gota de mi sangre.”
Los aplausos ensordecieron el espacio; los abrazos menudeaban y por un momento temimos por la vida del Sr. Sagasta. Tal era el entusiasmo que despertaron sus palabras.
Se repartieron profusión de preciosas cintas de raso con estas inscripciones en oro: “Al Excmo. Sr. D. Práxedes M. Sagasta.- 14 de agosto de 1892. Viva la libertad, viva Sagasta.”
Acercáronse a la mesa las mariñegas dirigidas siempre por D. Rodrigo Cueto y con aplauso de todos entonaron sus cantos que agradaron muchísimo al Sr.Sagasta, según dijo diferentes veces.
A los que no habían tenido asiento en la mesa y que estaban almorzando en el suelo les dijo el Sr.Sagasta que así hubiera deseado almorzar él.
Sus continuos paseos por el campo de la Jura fueron una constante ovación. Prescindíase del hombre político, sólo se rendía homenaje al hombre excelente que tenía para todos palabras cariñosas y sonrisas. A su paso sólo se escuchaban elogios a su amabilidad y sencillez y al pasar dejaba una estela de
satisfacción en todos los semblantes.
Le dijeron que las más distinguidas señoritas de nuestro pueblo deseaban saludarle, y se apresuró a salir al encuentro de ellas.
Así era efectivamente. Formando una cadena estaban las elegantes y hermosas señoritas Carmen Gracia, Petra González, Carmen Rémola, Secundina y Silveria Frade y Elena, Celina y Joaquina Vázquez, que venían a saludar al Sr. Sagasta y a entregarle una preciosa guirnalda de flores de que pendían lindas de raso. Al propio tiempo le entregaron una tarjeta que decía: “Las señoritas de Cangas de Onís al Sr. Sagasta.”
Ambas cosas aceptó el eminente estadista, haciendo público su agradecimiento a las citadas bellas, a quienes obsequió con champagne y café.
Sabedor el Sr. Sagasta de que en el campo se hallaba un fotógrafo (que era el de esta villa D. Macario G. Arévalo) manifestó deseos de retratarse en grupo, eligiendo para ello un sitio próximo al en que se verificó el banquete.
Caprichosa en extremo era la colocación de las personas. Sentado en una silla, a la sombra de castaños seculares, el Sr. Sagasta que tenía a su derecha al Sr. Marqués de Teverga a quien seguía el Dr. Calleja y a la izquierda al Sr. Suárez Inclán. A los pies una corona de flores que le había sido entregada por la
distinguida e ilustrada Srta. Petra González, y recostadas sobre el césped infinidad de personas, entre las cuales figuraban las señoritas que habían saludado al Sr. Sagasta.
El ilustrado abogado D. César Llano, suplicó al Sr. Sagasta en nombre de todos y de todas que presidiera el baile que había de celebrarse por la noche en el Círculo Liberal, a que se negó con frases de agradecimiento, por tener, según dijo, precisión de volver a Borines.”
Sagasta fue recibido el día 14 de agosto de 1892, con un sol abrasador, en Cangas de Onís, donde la banda municipal de Avilés, compuesta por 34 miembros, ejecutaba su repertorio en la plaza de San Pelayo. Hacia las diez y media de la mañana, los cohetes y palenques anunciaron su llegada, agolpándose la muchedumbre en las proximidades del puente nuevo, adornado por dos arcos de follaje, uno a cada extremo, en los que se leía: en uno, “Los liberales de Parres al Excmo. Sr. D. Práxedes Mateo Sagasta” y al
dorso: “Viva el sufragio universal”. En otro, “Los liberales de Cangas de Onís al Excmo. Sr. D. Práxedes M. Sagasta” y al dorso: “Viva el Sr. Sagasta”.
! Al llegar los visitantes al puente, la banda interpretó el himno de Riego, entre el entusiasmo popular. Salieron a saludar a Sagasta, todos los socios del Círculo Liberal de la villa, con su presidente Ramón Blanco y una comisión del Ayuntamiento, que le fue presentada por Victoriano Ceñal. Venía Sagasta
en un landeau, tirado por cuatro caballos, y con él, el Marqués de Teverga, Suárez Inclán y José Gómez.
La comitiva entró por la calle San Pelayo, engalanados sus balcones, arrojando flores y palomas al paso del estadista que se dirigió al Círculo Liberal donde fue cumplimentado. De allí pasó a casa de los Sres. de Ceñal, donde le fueron presentados las personalidades militares y judiciales. Y por fin, el carruaje que
conducía a Sagasta se dirigió al campo de la Jura, seguido de otros 36 totalmente llenos y aún mucha gente a pie. Hemos visto la crónica de lo sucedido en dicho lugar. Una vez que abandonó éste, visitó Covadonga,
donde estuvo por espacio de una hora, acompañado en todo momento por una comisión de los miembros del Cabildo presidida por su anciano Abad que le mostraron la Santa Cueva y la catedral en construcción.
Regresó a Cangas, para abandonar la villa en el día, sin quedarse al baile programado en el CírculoLiberal.
Consommé a la imperial.- Pastelillos a la Reina.- Solomillo a la jardinera.- Salmón con salsa tártara.
Asados.- Pollos.- Pichones y ensalada.- Galantina troufée.- Jamón en dulce.
Postres.- Piña.- Queso de bola y de Cabrales.- Frutas y pastas.
Vinos. Jerez.- Chateaux Lafit.- Champagne.
Café y licores.
Al descorchar las botellas del Champagne y el espumoso líquido hervía en las copas, se levantó el Sr.Marqués de Teverga, pronunciando un elocuente brindis que fue aplaudido estrepitosamente por los que lo escucharon: Suplicó al Sr. Sagasta que jurara por defender la libertad.
Acto seguido se levantó el Sr. Suárez Inclán y después de un exordio brevísimo y valiente que fue muy aplaudido, dirigió los envenenados dardos de su censura al caciquismo que en Asturias impera para mal de los Asturianos.
D. Juan Torralba, no pudiendo contener su entusiasmo interrumpió al orador dándole un estrecho abrazo. Poco más dijo el Sr. Suárez, que diferentes veces fue interrumpido por los vivas y aplausos de todos, y al terminar su brindis renováronse los abrazos, los aplausos y las aclamaciones. Diéronse un apretado
abrazo los Sres. Marqués de Teverga y Suárez Inclán y los vivas en este punto adquirieron las proporciones de una verdadera manifestación.
Levantose D. Victoriano Ceñal pronunciando un breve pero inspirado brindis, que fue muy aplaudido. Al dejar la palabra el orador salió un ¡Viva D. Victoriano Ceñal! De entre el numeroso gentío que rodeaba la mesa.
Entre aclamaciones y aplausos, púsose en pie el Sr. Sagasta. Con voz inteligible, con palabra fácil y correcta, pronunció un precioso brindis, cuyo exordio poético dedicó a ensalzar las maravillas que encierra este país, su exuberancia y su historia. Nos habló de Pelayo, de su corte, de nuestras mujeres y de nuestro
cielo, con palabras inspiradas y hermosas: “Aquí, dijo, donde no hay un pueblo, ni una aldea, ni un caserío, ni un valle, ni un río, ni una piedra que no guarde algún recuerdo grande e histórico.” Describir el entusiasmo, el ruido, la algazara que produjeron las palabras del eminente repúblico, sería intentar lo
imposible. Terminó su brindis diciendo estas o muy parecidas palabras: “Aquí donde juró Pelayo el exterminio de sus enemigos, yo juro defender la libertad hasta perder la última gota de mi sangre.”
Los aplausos ensordecieron el espacio; los abrazos menudeaban y por un momento temimos por la vida del Sr. Sagasta. Tal era el entusiasmo que despertaron sus palabras.
Se repartieron profusión de preciosas cintas de raso con estas inscripciones en oro: “Al Excmo. Sr. D. Práxedes M. Sagasta.- 14 de agosto de 1892. Viva la libertad, viva Sagasta.”
Acercáronse a la mesa las mariñegas dirigidas siempre por D. Rodrigo Cueto y con aplauso de todos entonaron sus cantos que agradaron muchísimo al Sr.Sagasta, según dijo diferentes veces.
A los que no habían tenido asiento en la mesa y que estaban almorzando en el suelo les dijo el Sr.Sagasta que así hubiera deseado almorzar él.
Sus continuos paseos por el campo de la Jura fueron una constante ovación. Prescindíase del hombre político, sólo se rendía homenaje al hombre excelente que tenía para todos palabras cariñosas y sonrisas. A su paso sólo se escuchaban elogios a su amabilidad y sencillez y al pasar dejaba una estela de
satisfacción en todos los semblantes.
Le dijeron que las más distinguidas señoritas de nuestro pueblo deseaban saludarle, y se apresuró a salir al encuentro de ellas.
Así era efectivamente. Formando una cadena estaban las elegantes y hermosas señoritas Carmen Gracia, Petra González, Carmen Rémola, Secundina y Silveria Frade y Elena, Celina y Joaquina Vázquez, que venían a saludar al Sr. Sagasta y a entregarle una preciosa guirnalda de flores de que pendían lindas de raso. Al propio tiempo le entregaron una tarjeta que decía: “Las señoritas de Cangas de Onís al Sr. Sagasta.”
Ambas cosas aceptó el eminente estadista, haciendo público su agradecimiento a las citadas bellas, a quienes obsequió con champagne y café.
Sabedor el Sr. Sagasta de que en el campo se hallaba un fotógrafo (que era el de esta villa D. Macario G. Arévalo) manifestó deseos de retratarse en grupo, eligiendo para ello un sitio próximo al en que se verificó el banquete.
Caprichosa en extremo era la colocación de las personas. Sentado en una silla, a la sombra de castaños seculares, el Sr. Sagasta que tenía a su derecha al Sr. Marqués de Teverga a quien seguía el Dr. Calleja y a la izquierda al Sr. Suárez Inclán. A los pies una corona de flores que le había sido entregada por la
distinguida e ilustrada Srta. Petra González, y recostadas sobre el césped infinidad de personas, entre las cuales figuraban las señoritas que habían saludado al Sr. Sagasta.
El ilustrado abogado D. César Llano, suplicó al Sr. Sagasta en nombre de todos y de todas que presidiera el baile que había de celebrarse por la noche en el Círculo Liberal, a que se negó con frases de agradecimiento, por tener, según dijo, precisión de volver a Borines.”
Sagasta fue recibido el día 14 de agosto de 1892, con un sol abrasador, en Cangas de Onís, donde la banda municipal de Avilés, compuesta por 34 miembros, ejecutaba su repertorio en la plaza de San Pelayo. Hacia las diez y media de la mañana, los cohetes y palenques anunciaron su llegada, agolpándose la muchedumbre en las proximidades del puente nuevo, adornado por dos arcos de follaje, uno a cada extremo, en los que se leía: en uno, “Los liberales de Parres al Excmo. Sr. D. Práxedes Mateo Sagasta” y al
dorso: “Viva el sufragio universal”. En otro, “Los liberales de Cangas de Onís al Excmo. Sr. D. Práxedes M. Sagasta” y al dorso: “Viva el Sr. Sagasta”.
! Al llegar los visitantes al puente, la banda interpretó el himno de Riego, entre el entusiasmo popular. Salieron a saludar a Sagasta, todos los socios del Círculo Liberal de la villa, con su presidente Ramón Blanco y una comisión del Ayuntamiento, que le fue presentada por Victoriano Ceñal. Venía Sagasta
en un landeau, tirado por cuatro caballos, y con él, el Marqués de Teverga, Suárez Inclán y José Gómez.
La comitiva entró por la calle San Pelayo, engalanados sus balcones, arrojando flores y palomas al paso del estadista que se dirigió al Círculo Liberal donde fue cumplimentado. De allí pasó a casa de los Sres. de Ceñal, donde le fueron presentados las personalidades militares y judiciales. Y por fin, el carruaje que
conducía a Sagasta se dirigió al campo de la Jura, seguido de otros 36 totalmente llenos y aún mucha gente a pie. Hemos visto la crónica de lo sucedido en dicho lugar. Una vez que abandonó éste, visitó Covadonga,
donde estuvo por espacio de una hora, acompañado en todo momento por una comisión de los miembros del Cabildo presidida por su anciano Abad que le mostraron la Santa Cueva y la catedral en construcción.
Regresó a Cangas, para abandonar la villa en el día, sin quedarse al baile programado en el CírculoLiberal.
REDACCIÓN, “El Sr. Sagasta en Cangas de Onís... En el campo de la Jura”, en El Auseva, núm. 71, Cangas
de Onís, 21 de agosto de 1892, pp. 2-3.
de Onís, 21 de agosto de 1892, pp. 2-3.
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