29.03.08 -
ALFREDO CABALLERO
Malo, pero que muy malo está siendo el comienzo de la temporada salmonera. Cuando comienzo a escribir estas líneas (24 de marzo) sólo se registran cuatro capturas, una de ellas, sorprendentemente, en el Cares-Deva, río tardío por excelencia. Sin embargo, el Sella sigue esperando su particular 'campanu'.
Bien es cierto que comenzar la temporada de pesca e iniciarse las lluvias (por otro lado tan necesarias) todo fue uno. Esto ya se temía por parte de los ribereños y, al final, se confirmaron los temores.
Estos últimos días de la Semana Santa, tan propicios para acercarse al río, no fue posible echar una varada. Las crecidas y lo turbio de las aguas, junto con las fuertes lluvias, el granizo y las bajas temperaturas, disuadieron a gran parte de los pescadores de intentarlo y los que se arriesgaron no obtuvieron ninguna recompensa. Los saldos de las capturas no se mueven. Habrá que esperar que el nivel de las crecidas y el color de las aguas alcance puntos de cierta normalidad para poder lanzar de nuevo los engaños con alguna posibilidad de capturas.
Las riadas producidas por las lluvias o por el desnieve de las montañas, impiden la pesca y eso molesta, que duda cabe. Sin embargo también tienen sus bondades: limpian los fondos de los ríos, que buena falta les hace, y propician la entrada de salmones, claro que los deportistas de la caña a los que nos le fue posible practicar la pesca después de haber pagado buenos dineros por el coto que les tocó en suerte para estos días, no sentirán mucho consuelo con estas ventajas.
De cualquier forma, con riadas o sin ellas, el estado de nuestros ríos no es, ni mucho menos, óptimo. Es una situación que se viene denunciando día a día por distintas asociaciones sin obtener el menor resultado a sus inquietudes y reclamaciones. Los deshechos y residuos de toda naturaleza que van a parar a los ríos, junto con una política poco adecuada de repoblación y la existencia de aves depredadoras, como el cormorán, contra las que no se toma ninguna medida, están acabando con una riqueza piscícola y paisajística envidiable para muchas otras regiones y países. La dejadez de la Administración es sorprendente, vergonzosa e irresponsable.
En cualquier caso, difícil será alcanzar la cifra de mil piezas que no se supera, ni se alcanza, desde el año 2005 en que mil cien salmones fueron echados a tierra. Con seiscientos diez nos quedamos el pasado año y yo me atrevería a pronosticar una cifra similar, o más baja, para la presente temporada y, créanme, que me gustaría equivocarme.
Lejos quedan ya aquellos años, no tan lejanos, cuando (yo lo recuerdo perfectamente) se llenaban las mesas del Hotel Palacio de Panes con decenas de capturas diarias. Recuerdo, asimismo, la gran afluencia de pescadores, no sólo españoles sino de otros países, que se daban cita en nuestros ríos con la seguridad de que no se iban a ir de vacío.
La pesca del salmón, con independencia de que muchos la ejercitaban por puro deporte, daba de comer y aseguraba el invierno de muchas familias. Era rentable hasta tal punto que muchas personas con oficios, suspendían el ejercicio de éste para dedicarse a la pesca de salmones durante la temporada, y eso en las zonas libres, no era necesario comprar ningún coto. También es cierto que aquellas personas eran grandes profesionales de la caña.
Otra ocupación que daba trabajo, y bien remunerado, a diez o doce personas, era la de ganchero. El ganchero era quien acompañaba a los pescadores que, generalmente, eran gentes con buenas posibilidades económicas, al río. Les ayudaban, eran los encargado de «engarruchar» el salmón que había picado y sacarlo a tierra, enseñaban al pescador cosas relacionadas con la pesca y con el río que ellos ignoraban y éste, por lo general, siempre tenía su ganchero fijo.
Pues bien, todo eso se acabó. Ya nadie vive de la pesca porque apenas hay peces y el jornal no es ni medio seguro. Los gancheros se quedaron sin trabajo, salvo dos o tres, porque la gente que viene es poca y la demanda de sus servicios ya no existe. Tristemente todo eso se acabó y, si seguimos en el empeño, acabaremos también con los ríos porque, algunos, ya están heridos de muerte.
Alfredo Caballero Sardina es natural de Panes y vecino de Llanes
ALFREDO CABALLERO
Malo, pero que muy malo está siendo el comienzo de la temporada salmonera. Cuando comienzo a escribir estas líneas (24 de marzo) sólo se registran cuatro capturas, una de ellas, sorprendentemente, en el Cares-Deva, río tardío por excelencia. Sin embargo, el Sella sigue esperando su particular 'campanu'.
Bien es cierto que comenzar la temporada de pesca e iniciarse las lluvias (por otro lado tan necesarias) todo fue uno. Esto ya se temía por parte de los ribereños y, al final, se confirmaron los temores.
Estos últimos días de la Semana Santa, tan propicios para acercarse al río, no fue posible echar una varada. Las crecidas y lo turbio de las aguas, junto con las fuertes lluvias, el granizo y las bajas temperaturas, disuadieron a gran parte de los pescadores de intentarlo y los que se arriesgaron no obtuvieron ninguna recompensa. Los saldos de las capturas no se mueven. Habrá que esperar que el nivel de las crecidas y el color de las aguas alcance puntos de cierta normalidad para poder lanzar de nuevo los engaños con alguna posibilidad de capturas.
Las riadas producidas por las lluvias o por el desnieve de las montañas, impiden la pesca y eso molesta, que duda cabe. Sin embargo también tienen sus bondades: limpian los fondos de los ríos, que buena falta les hace, y propician la entrada de salmones, claro que los deportistas de la caña a los que nos le fue posible practicar la pesca después de haber pagado buenos dineros por el coto que les tocó en suerte para estos días, no sentirán mucho consuelo con estas ventajas.
De cualquier forma, con riadas o sin ellas, el estado de nuestros ríos no es, ni mucho menos, óptimo. Es una situación que se viene denunciando día a día por distintas asociaciones sin obtener el menor resultado a sus inquietudes y reclamaciones. Los deshechos y residuos de toda naturaleza que van a parar a los ríos, junto con una política poco adecuada de repoblación y la existencia de aves depredadoras, como el cormorán, contra las que no se toma ninguna medida, están acabando con una riqueza piscícola y paisajística envidiable para muchas otras regiones y países. La dejadez de la Administración es sorprendente, vergonzosa e irresponsable.
En cualquier caso, difícil será alcanzar la cifra de mil piezas que no se supera, ni se alcanza, desde el año 2005 en que mil cien salmones fueron echados a tierra. Con seiscientos diez nos quedamos el pasado año y yo me atrevería a pronosticar una cifra similar, o más baja, para la presente temporada y, créanme, que me gustaría equivocarme.
Lejos quedan ya aquellos años, no tan lejanos, cuando (yo lo recuerdo perfectamente) se llenaban las mesas del Hotel Palacio de Panes con decenas de capturas diarias. Recuerdo, asimismo, la gran afluencia de pescadores, no sólo españoles sino de otros países, que se daban cita en nuestros ríos con la seguridad de que no se iban a ir de vacío.
La pesca del salmón, con independencia de que muchos la ejercitaban por puro deporte, daba de comer y aseguraba el invierno de muchas familias. Era rentable hasta tal punto que muchas personas con oficios, suspendían el ejercicio de éste para dedicarse a la pesca de salmones durante la temporada, y eso en las zonas libres, no era necesario comprar ningún coto. También es cierto que aquellas personas eran grandes profesionales de la caña.
Otra ocupación que daba trabajo, y bien remunerado, a diez o doce personas, era la de ganchero. El ganchero era quien acompañaba a los pescadores que, generalmente, eran gentes con buenas posibilidades económicas, al río. Les ayudaban, eran los encargado de «engarruchar» el salmón que había picado y sacarlo a tierra, enseñaban al pescador cosas relacionadas con la pesca y con el río que ellos ignoraban y éste, por lo general, siempre tenía su ganchero fijo.
Pues bien, todo eso se acabó. Ya nadie vive de la pesca porque apenas hay peces y el jornal no es ni medio seguro. Los gancheros se quedaron sin trabajo, salvo dos o tres, porque la gente que viene es poca y la demanda de sus servicios ya no existe. Tristemente todo eso se acabó y, si seguimos en el empeño, acabaremos también con los ríos porque, algunos, ya están heridos de muerte.
Alfredo Caballero Sardina es natural de Panes y vecino de Llanes
1 comentario:
ATENCION NO PULSAR SOBRE EL ENLACE QUE HA PUESTO EL TIPO ESTE DE ARRIBA , DEBE DE SER UN VIRUS , O ALGO RARO
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