miércoles, 29 de agosto de 2007

El Texu

Abrazando al Texu de Abamia



La vieja costumbre de plantar el tejo junto a la casería, la iglesia o la ermita, continúa aquí viva como una reliquia de remotos tiempos. Los asturianos, al igual que otros pueblos vecinos, han permanecido fieles a este árbol de la vida alrededor del cual se organizaba la sociedad y el territorio.

Podríamos estimar el valor de un tejo en los cientos y cientos de años que vivió hasta este día. En las generaciones humanas que conocerán al árbol que plantamos ahora y con suerte llegará a ser milenario. Podríamos entenderlo también como símbolo de todo un pueblo y una cultura que brotó vinculada al árbol y a la naturaleza, a la tradición.
Pero antes de nada nos gustaría recordar aquí su significado como punto de encuentro y reunión de vecinos, lugar sagrado en el que se hacía la asamblea, la ley y la fiesta. Emblema, lugar común, legado vivo que debemos conservar, regenerar y transmitir íntegramente a las futuras generaciones
.


Sin embargo, la situación de los tejos silvestres y cultivados contrasta con el reconocimiento que tienen aún en nuestra memoria. Es cierto que los seguimos plantando en los lugares más significativos, pero hemos olvidado cómo cuidarlos y una gran parte de los que sobreviven junto a las iglesias están enfermos o moribundos. La reconstrucción de los edificios cercanos, el asfalto a sus pies y otras calamidades están dañando gravemente a estos ancianos. En la última década han envejecido siglos y de proseguir la tendencia, en unos pocos años serán solo un recuerdo. Por su parte, los tejos silvestres no lo tienen mucho mejor pese a su consideración de especie protegida. El intenso ramoneo de los animales salvajes y domésticos y el fuego impiden su regeneración y cuando al fin se logra un arbolito en el monte, sucede con frecuencia que es arrancado para plantarlo junto a las casas o en la ermita vecina. De este modo las escasas poblaciones de tejos degeneran y envejecen. Todos estos problemas para su conservación, nos hacen pensar que es necesario una protección decidida y urgente.
Si queremos seguir disfrutando de este árbol magnífico en nuestros montes y continuar con esa hermosa tradición, tenemos que preparar sucesores para los tejos más viejos y perpetuar la sabia costumbre junto a los templos y en las caserías, sin que por ello las poblaciones silvestres se vean comprometidas. Deberemos también ahondar aún en todos los significados del tejo y es posible que tras este comienzo decidamos ampliar con el tiempo nuestro vivero. De cualquier forma, con este árbol iniciamos un camino que prolonga la vida mucho más allá de nosotros mismos. El espléndido regalo que recibimos de nuestros antepasados y de la propia naturaleza, debe seguir su curso hacia el futuro. Quizá sea éste también un buen momento para inventar otras excusas y reunirnos como antaño en torno al tejo, el vecín más vieyu.
Texto: Ignacio Abella www.fapas.es

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