El interior de este inmenso hayedo alberga una vegetación propia, la que permite la poca luz que dejan pasar los árboles. Los musgos y sobre todo los líquenes proliferan extraordinariamente.
El bosque está vivo y es inteligente pues se protege constantemente del calor que no le conviene. La disposición de las hojas del haya, en horizontal, hace que sólo el 2 por ciento de la radiación que reciben las copas llegue al suelo. Esta especie soporta bien las bajas temperaturas pero tolera muy mal el calor y la sequedad. Si, a pesar de todo, la insolación persiste, el árbol posee la capacidad de hacer girar las hojas para evitar la transpiración excesiva de agua. Un auténtico ingenio natural, más bien un mecanismo de defensa, una estrategia milenaria, incluso una sabiduría, la inteligencia del propio bosque.
En principio sombrío, como todo hayedo que se precie, Peloño transmite sin embargo un enormo placer, límpido y luminoso a los sentidos del excursionista humano. Además permite que la fauna autóctona del Principado siga contando con su hábitat predilecto. La sombra y la hojarasca son aquí el mejor baluarte de la vida animal. Las hayas producen un fruto muy nutritivo, el hayuco, que madura entre finales del verano y las primeras fechas del otoño. El hayuco es muy apetecido por el oso pardo, el urogallo, los carboneros, la paloma torcaz y diversas especies de roedores. La población oriental de oso pardo cantábrico sitúa en Peloño su límite occidental de distribución. Peloño también es el núcleo principal de la población de urogallo, conservando numerosos cantaderos en uso. Al mismo tiempo este hayedo es la casa por antonomasia del pico mediano, pájaro carpintero extremadamente raro. Aquí viven también, en las zonas más calizas, importantes poblaciones de rebecos y lobos. Entre las especies de fauna cinegética más significativas abunda el jabalí, el corzo y, en menor medida el venado. Una auténtica arca de Noé que contiene todas las especies reseñables del centro-oriente de Asturias.
Peloño transmite una idea auténtica: que la vida madura, muere y vuelve a nacer siempre en el mismo instante. Los brotes de haya son infinitos, están por todas partes, y conviven y se nutren de las hojas muertas y de un cementerio de troncos tumbados y cubiertos de musgo. Los árboles que ya son abuelos presencian con calma este flujo vital que no para, y en su afán contemplativo parece que han perdido el sentido del crecimiento, que se conforman con su altura, y se dedican entonces a enroscarse sobre sí mismos, engordan, se cargan de nudos y crean formas siniestras, en muchos casos auténticas esculturas o totems de la naturaleza boscosa, siempre con autoridad centenaria en medio de la nueva vida.
Para llegar a Peloño, lo mejor es acercarse a Cangas de Onís, una vez pasado el puente sobre el río Sella seguimos por la carretera de El Pontón N-625 hasta Santillán (Km. 75). A mano derecha sale la carretera AS-261 que nos lleva a San Juan de Beleño (Km. 88), desde aquí tomamos la carretera PO - 1, hay una subida de unos 3 Km. hasta la collada de Llomena (cota 990 m.) donde dejamos el vehículo.
http://www.desdeasturias.com/turismo_asturias/ponga%5Cel_hayedo_del_monte_pelo%C3%B1o/index.asp
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