miércoles, 14 de febrero de 2007

PODIUM DE CAMAREROS


Desde que leí el articulo ,que luego pasare a mostraros no he dejado de darle vueltas a la cabeza, si debía publicarlo o no , y a la vista esta lo que he decidido.

Como profesional veterano, me dolió bastante el leerlo , pero haciendo un acto de reflexión , creo que el señor que lo escribe no esta muy descaminado, nosotros los profesionales debemos de hacer un ejercicio de empatia con nuestros clientes , y que después cada uno se saque sus propias conclusiones , yo por mi parte creo que actualmente el servicio esta francamente mal ;


Podium de camareros

El problema de la falta de buenos profesionales empieza a ser endémico y el sector da palos de ciego para conseguir una solución rápida y satisfactoria



Uno echa de menos a los camareros de antes, a los profesionales amables, simpáticos, cordiales y educados que sabían pelar las naranjas mirando al tendido y limpiar un pescado mientras filosofaban de las cosas de la vida. Ahora, el sector ha cambiado mucho y los restaurantistas se quejan con amargura de cómo está el servicio, se mesan los cabellos, le echan la culpa al Gobierno y dicen que el asunto es más grave que el de la pertinaz sequía. A los camareros, el cocinero les ha restado protagonismo y usurpado funciones y la vida los ha arrinconado en un espacio imposible y poco lucido y los que ayer brillaban en la sala con su quehacer esplendoroso hoy trasladan los platos de un sitio a otro y han perdido, en cierto modo, las señas de identidad del oficio. El problema de la falta de buenos profesionales empieza a ser endémico y el sector da palos de ciego para conseguir una solución rápida y satisfactoria.El firmante confesó hace años en un artículo que se titulaba ‘Llamar al camarero’ que no tuvo suerte con el personal de sala y que no sabía cómo dirigirse a él, que jamás había aprendido esa difícil disciplina de comunicarse con los profesionales de la chaquetilla blanca. Los franceses llaman al camarero con desenvoltura, le dicen garçón y el camarero acude sonriente y les pregunta qué desean tomar. En España, no. Aquí el camarero viene cuando lo cree conveniente, cuando le apetece; si usted le llama –absténgase de despertar su atención con un gesto– puede acudir o no, su advenimiento tiene algo de aparición mística y su llegada se celebra como un aterrizaje de emergencia del Arcángel San Gabriel. A mi hijo José, que es el que más viaja de la familia y que está hoy en Madrid y mañana en París o en Londres, le digo siempre que hay que llevarse bien con los inspectores de Hacienda y con los camareros, pero si no hay más remedio que escoger uno de los grupos, es preferible sintonizar con el segundo. Y uno, que es un padre aconsejador y latoso que predica incansablemente en el desierto, le dice: «José, hijo mío, las venganzas de los camareros pueden ser espantosas, terribles, y no te imaginas los añadidos que puede tener un plato de fabada en el corto trayecto que hay de la cocina al comedor. Qué horror. Es mejor no pensarlo».


El articulo no termina aquí, para el que quiera seguir leyendo:



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