miércoles, 30 de marzo de 2011

Domingo Antonio González de Argandona y Valle

Domingo Antonio González de Argandona y Valle, casado con Josefa de Jovellanos, es uno de los personajes más relevantes de su tiempo, eclipsado por su parentesco con el gran polígrafo de Cimadevilla. El estudioso jovellanista Agustín Guzmán Sancho ofrece una nueva y ampliada investigación sobre este hermano político de Jovino.
Don Domingo Antonio González de Argandona y Valle es sin duda uno de los asturianos más importantes de su tiempo. A él debe el Principado significativos logros a lo largo de más de una década. Sin embargo, sólo se le recuerda como el marido de la hermana de Jovellanos, la cual hizo famoso el apellido de su consorte, siendo conocida por La Argandona. Lamentablemente, su muerte frustró mayores y mejores resultados para Asturias.
Nació en 1730 en el concejo de Cangas de Onís. Fueron sus padres Francisca González del Valle y Antonio González de Argandona Soto, fallecidos en 1751 y 1752 respectivamente. Fue el segundo de los tres hijos que tuvo este matrimonio. El mayor, Antonio, fue cura propio de la parroquial de San Vicente de Triongo y abad de Tiñana; la menor, Mariana Antonia del Carmen, con el tiempo será mencionada por Jovellanos en sus diarios como «la vieja Argandona». Consta que éstos tuvieron también un hermano natural. Antonio y Francisca lograron reunir un gran patrimonio, sobre el que constituyeron a su fallecimiento un mayorazgo del que se hizo cargo en 1755 su hijo Domingo como primer llamado al vínculo, el cual también se ocupó, en calidad de curador ejemplar, de su tío Francisco González Argandona y Soto, «fatuo de nacimiento», encargándose de la «manutención, vestuario y curación de sus enfermedades», según consta del inventario y partición judicial que se hizo en Madrid de los bienes paternos y abolengos.
Tras la muerte de su padre se instaló Domingo en la corte, en una gran casa, número 6 de la calle de Atocha, que había adquirido su progenitor dos años antes de su muerte y que había pertenecido al pintor Pedro Guzmán y estaba exenta de la carga de aposento por privilegio de Felipe III de fecha 19 de octubre de 1618. También heredó de su padre un oficio de Receptor de Cientos de número de la Corte y Reales Consejos adquirido en el año 1749 por escritura publica de compraventa a don Francisco Gómez de Aedo, mercader de lencería y vecino de Madrid, a la fe del escribano Bernardo Ruiz del Burgo. Y creemos que fue esta experiencia en asuntos de la administración pública, junto a su condición de asturiano, lo que le hizo relacionarse con los naturales del Principado que, a la llegada del nuevo rey Carlos III, en 1759, se ocuparán de los asuntos públicos.
De manera que ya antes de que Jovellanos llegue a Madrid en busca de trabajo, Argandona frecuentaba la amistad de los asturianos más influyentes en la Corte. En 1760 una Junta particular, creada en el seno de la Junta General del Principado, encarga a Domingo Antonio González Argandona que se ocupe de la concesión al Principado del asiento de maderas para los astilleros del Ferrol. A partir de aquí, Argandona mueve todos los hilos y todas las voluntades asturianas en la Corte. Así, por ejemplo, consultará y revisará privadamente con Campomanes este asunto del asiento de maderas.
Josefa Jovellanos, viuda de Argandona, había quedado encinta poco antes del fallecimiento de su marido, y dio a luz a un niño «que nació y murió a los pocos días de la muerte de su padre», al decir de Jovellanos. Tan sentidas y seguidas pérdidas se añadieron 1a la de su hermana Juana Jacinta, ocurrida con anterioridad en el mismo año. Quedó La Argandona al cuidado de su casa y de las dos hijas habidas en su matrimonio: Vicenta y María Isabel. Pero el destino le reservaba otros dolorosos acontecimientos.

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